Estaba apoyado en la mesa del despacho con los codos hincados, con una mano sujetaba el celuar por el que hablaba con alguien y con la otra tomaba apuntes en un pequeño papel. Iván tiene 33 años, 12 años mayor que yo.
Soltero, pero con muchas mujeres a su alrededor para divertirse, y alguna de la que en ocasión escasa se había enamorado.
Moreno, con unos ojos azules que se impregnan en tus pupilas y te hacen perder el sentido hasta que él decide no hacerte babear más y quita la mirada, unos labios gruesos con perfecta forma, sonrisa sensual ; cuerpo musculoso con unos abdominales notables en sus impolutas camisas siempre limpias y perfectamente planchadas.
Levantó la mirada y al verme sonrió, era hora de almuerzo, asi que te invito a almorzar me dijo. Comíamos unos deliciosos canelones de carne y pasta a la carbonara. Charlábamos de todo un poco, sobretodo del trabajo, cuando, entretenida enrollado mis espaguetis lo pillé mirándome el escote descaradamente. Me gustó ver que por fin llamaba su atención como mujer. Levanté la cara y le sonreí. Creí que apartaría la cara o que se avergonzaría de la pillada, pero no. Siguió mirándome los pechos y seguidamente los ojos. No sé en qué pensaría, pero si normalmente sus ojos ya me volvían loca, ese día casi me voi en medio de aquel restaurante. Su mirada por primera vez era diferente, tenía el entrecejo un poco fruncido y sus pupilas estaban dilatadas.
No sé cuánto tiempo estuvo allí parado, mirándome mientras comíamos, me puso tan nerviosa que decidí dar el almuerzo por terminado y marcharnos a trabajar.
El recuerdo de lo ocurrido ese día me acompañaba diariamente en mis horas de trabajo, en la ducha, y en mi cama mientras me masturbaba fantaseando con él.
No me volvió a ocurrir nada más, no hubo más encuentros, ni almuerzos, no hubo más miradas... hasta que aquel jueves sonó mi recibidor de llamadas de las oficinas y escuché:
"Preciosa, sube cuando tengas un ratito. Tengo ganas de verte o almorzar contigo de nuevo"
Era Iván.
llevaba el pelo recogido con un moño sencillo y unos mechones ondulados caían sobre mi cara favoreciéndome el rostro, desabroché un botón de mi camisa blanca para resaltar mi escote, y me alisé la falda azul marina que terminaba por encima de mis rodillas. Repasé mi maquillaje y nerviosa cogí el ascensor que me llevaba a la puerta de su despacho.
Llamé y su voz sonó dentro de la estancia "adelante".
Al verme sonrió, se levantó de la mesa y cerró la puerta con el pestillo a espaldas mías.
Solo logré escuchar 'lo siento, pero ya no puedo más'
Se lanzó sobre mí y me empujó hasta un rincón de su despacho, mientras me miraba a los ojos. Me besó y sin tiempo que perder desabrochó mi camisa dejando a la vista mis pechos cubiertos por el sujetador blanco.
Subió la falda, bajó mis cuadros tirándolos lejos y empezó a acariciar mi sexo. Comprobó lo húmeda que estaba y sonrió. Metía sus dedos fuerte dentro de mí y yo me arqueaba y mordía los labios para no gemir allí, donde muchos nos podían escuchar y él viendo mi sufrimiento comenzó a bajar dando besos hasta llegar a mis cenos, los que sacó del sosten y comenzó a chupar hasta poner duros mis pezones.
Comencé a tocarlo yo a él, desabroché su camisa de un tirón y resbalé mis dedos por sus abdominales, bajé hasta su pantalón y saqué aquello con lo que tantas veces había soñado. Sonreí inconscientemente al ver que era mucho mejor que en mis fantasías. Era bastante grande, pero sobretodo bastante gruesa. No lo pensé, me moría de ganas. Me agaché hincando las rodillas en el suelo y me la metí en la boca con anhelo.
Lo oía gemir bruscamente mientras echaba la cabeza hacia atrás. Con sus manos agarraba mi pelo y me movía la cabeza al ritmo que quería que se la chupara. Me gustaba su sabor, esperaba repetir aquello cada día, en cada almuerzo.
Se iba a ir, pero paró y me levantó del suelo, poniéndome a horcajadas sobre su pene. Me penetró así varios minutos, haciéndome gozar y reprimiendo mis gemidos apoyando mi boca sobre su hombro desnudo.
Me soltó sobre la mesa abierta de piernas y me dijo, lo siento preciosa pero hoy te toca invitarme a ti a comer, y sin decir más nada se dirigió a mi sexo para comérselo con ganas hasta que llegué a un estupendo orgasmo tirando de su pelo no muy largo.
Me tiro en la mesa, contra la pared y en su sillón hasta que eyaculó dentro de mi sin preguntar siquiera.
Relajados en aquel sillón uno encima del otro sonó el contestador. Me sobresalté al escuchar la voz de mi padre:
"Iván no encuentro a Andrea por ningún lado ¿la has visto? han pasado 15 minutos de la hora de su almuerzo, algo importante ha debido ocurrir para que ella no aparezca a su hora y no halla avisado."
Sonreí, mientras pensaba 'Y tan importante...'
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